miércoles, 9 de mayo de 2018

Las otras víctimas del terrorismo, las silenciadas.

Todos nos alegramos del triunfo y la lucha de toda la sociedad por conseguir la convivencia pacífica en nuestro país, de la movilización social que tuvo su máximo reflejo el día que asesinaron a Miguel Ángel Blanco, momento que supuso el principio del fin de ETA. Todos sentimos aquél día la indignación y la impotencia ante unos actos brutales que colmaron nuestra tolerancia hacia la barbarie de ETA. En aquel momento nos sentimos integrantes de una sociedad unida capaz de hacer frente a la irracionalidad.
El emocionante y duro relato de 
un huérfano de la violencia machista

Me siento orgullosa de haber contribuido a ello, pero a la vez, me pregunto por qué no se actúa de la misma manera ante el terrorismo machista, por qué, una violencia que sufren un alarmante número de mujeres en nuestro país, no se percibe como atentados terroristas, en este caso de género, y se responde con la misma fuerza para resolverlos.
Según fuentes del Ministerio del Interior, ha habido 828 víctimas del terrorismo de ETA desde la muerte del dictador Franco en 1975, mientras que, desde 2003, año en el que empezaron a contabilizarse, han sido 917 las mujeres que han sido asesinadas por violencia machista. Llama la atención la alarma social que ha despertado y sigue despertando la violencia terrorista de ETA y la infravaloración que se hace del problema del terrorismo machista, siendo las víctimas de éste mucho más numerosas que las otras. Asimismo, llama la atención la visualización y continuo recuerdo que se hace de las víctimas de los etarras y sus familiares, frente al silencio que y la ausencia de ese recuerdo que reciben las víctimas del terrorismo machista, muchos de ellos niños.
Resulta chocante también, la movilización y coordinación de todos los poderes públicos para acabar con ETA, el esfuerzo realizado por Partidos Políticos, Guardia Civil, Policía Nacional, Poder Judicial etc…, que han dado como resultado su disolución y el fin de la violencia, pero me pregunto si esa misma cantidad de esfuerzos se están destinando para acabar con la violencia terrorista que atenta contra las mujeres. Evidentemente no.
El famoso Pacto de Estado contra la Violencia de Género es una muestra más de la hipocresía con la que todos pretenden callar la voz de las mujeres. Se pone un parche, se hacen declaraciones y una foto mediática, y parece que el Estado se ha activado para emprender la lucha contra este fenómeno. Nada más lejos de la realidad. En los presupuestos de 2018 se destinan 80 millones de euros y no, los ya de por si escasísimos, 200 millones a los que habían comprometido. ¿Cómo pueden abordarse todas las lagunas que sufren las víctimas? No cuentan con medidas de protección eficaces, no hay suficientes centros para su recuperación física, psicológica, social ni emocional ni para ellas ni para sus hijos, no hay suficientes centros de acogida, no se destina dinero para la sensibilización ni para la educación, no se destinan suficientes fondos para la formación de profesionales que atienden directamente a las víctimas, ya sean sanitarios, psicólogos, policías o judiciales, y así, una larga lista de deficiencias. Pero si hay algo sangrante es la atención que reciben los familiares de las víctimas de la Violencia Machista.
Éstas son víctimas de una doble injusticia. Estamos viendo cómo los familiares de las víctimas de ETA son homenajeados, recibidos por el Gobierno, aparecen una y otra vez en los medios de comunicación, se les promete justicia, se les escucha, pero ¿dónde están las familias destrozadas por un asesinato machista? Solo muy recientemente se recoge el reconocimiento de víctima a los menores o dependientes de la mujer agredida. Pero ¿dónde están las compensaciones económicas por ese otro tipo de terrorismo? ¿dónde ese reconocimiento público? ¿dónde las condenas masivas a los terroristas? Y todavía tenemos que ver cómo se argumenta que la Violencia de Género es una conspiración más de las feministas, feminazis para algunos, que quieren destruir el orden de las cosas.
Claro que queremos cambiar el orden de las cosas, queremos cambiar el orden patriarcal que nos ha quitado nuestros derechos, queremos disfrutar de los mismos salarios que nuestros compañeros y acceder a las mismas oportunidades, queremos que se acabe con los atentados a nuestra dignidad, queremos sentirnos libres de los prejuicios sociales que nos condenan a ser siempre las cuidadoras y protectoras de la familia, queremos elegir nuestro proyecto de vida sin coacciones, queremos expresarnos libremente. Queremos que desaparezca toda la violencia estructural que subyace en la sociedad. ¿Somos por ello culpables? NO, somos personas libres y autónomas, aunque algunos nos perciban como un peligro que puede hacer tambalear el statu quo que tanto beneficia a los que ostentan el poder.
La muerte de una mujer y su dignidad vale tanto como la de cualquier persona, pero la realidad es otra. 
Matilde Tenorio 
Aréa de la Mujer 
IU Hoyo de Manzanares


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