Todos nos alegramos del triunfo y la lucha de toda la sociedad por conseguir la convivencia pacífica en nuestro país, de la movilización social que tuvo su máximo reflejo el día que asesinaron a Miguel Ángel Blanco, momento que supuso el principio del fin de ETA. Todos sentimos aquél día la indignación y la impotencia ante unos actos brutales que colmaron nuestra tolerancia hacia la barbarie de ETA. En aquel momento nos sentimos integrantes de una sociedad unida capaz de hacer frente a la irracionalidad.
El emocionante y duro relato de
un huérfano de la
violencia machista
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Según
fuentes del Ministerio del Interior, ha habido 828 víctimas del terrorismo de
ETA desde la muerte del dictador Franco en 1975, mientras que, desde 2003, año
en el que empezaron a contabilizarse, han sido 917 las mujeres que han sido
asesinadas por violencia machista. Llama la atención la alarma social que ha
despertado y sigue despertando la violencia terrorista de ETA y la
infravaloración que se hace del problema del terrorismo machista, siendo las
víctimas de éste mucho más numerosas que las otras. Asimismo, llama la atención
la visualización y continuo recuerdo que se hace de las víctimas de los etarras
y sus familiares, frente al silencio que y la ausencia de ese recuerdo que
reciben las víctimas del terrorismo machista, muchos de ellos niños.
Resulta chocante también, la movilización y coordinación de
todos los poderes públicos para acabar con ETA, el esfuerzo realizado por
Partidos Políticos, Guardia Civil, Policía Nacional, Poder Judicial etc…, que han
dado como resultado su disolución y el fin de la violencia, pero me pregunto si
esa misma cantidad de esfuerzos se están destinando para acabar con la
violencia terrorista que atenta contra las mujeres. Evidentemente no.
El famoso Pacto de Estado contra la Violencia de Género
es una muestra más de la hipocresía con la que todos pretenden callar la voz de
las mujeres. Se pone un parche, se hacen declaraciones y una foto mediática, y
parece que el Estado se ha activado para emprender la lucha contra este
fenómeno. Nada más lejos de la realidad. En los presupuestos de 2018 se
destinan 80 millones de euros y no, los ya de por si escasísimos, 200 millones a
los que habían comprometido. ¿Cómo pueden abordarse todas las lagunas que
sufren las víctimas? No cuentan con medidas de protección eficaces, no hay
suficientes centros para su recuperación física, psicológica, social ni
emocional ni para ellas ni para sus hijos, no hay suficientes centros de
acogida, no se destina dinero para la sensibilización ni para la educación, no
se destinan suficientes fondos para la formación de profesionales que atienden
directamente a las víctimas, ya sean sanitarios, psicólogos, policías o judiciales,
y así, una larga lista de deficiencias. Pero si hay algo sangrante es la
atención que reciben los familiares de las víctimas de la Violencia Machista.
Éstas son víctimas de una doble injusticia. Estamos
viendo cómo los familiares de las víctimas de ETA son homenajeados, recibidos
por el Gobierno, aparecen una y otra vez en los medios de comunicación, se les
promete justicia, se les escucha, pero ¿dónde están las familias destrozadas
por un asesinato machista? Solo muy recientemente se recoge el reconocimiento
de víctima a los menores o dependientes de la mujer agredida. Pero ¿dónde están
las compensaciones económicas por ese otro tipo de terrorismo? ¿dónde ese
reconocimiento público? ¿dónde las condenas masivas a los terroristas? Y todavía
tenemos que ver cómo se argumenta que la Violencia de Género es una conspiración
más de las feministas, feminazis para
algunos, que quieren destruir el orden de las cosas.
Claro que queremos cambiar el orden de las cosas, queremos
cambiar el orden patriarcal que nos ha quitado nuestros derechos, queremos disfrutar
de los mismos salarios que nuestros compañeros y acceder a las mismas
oportunidades, queremos que se acabe con los atentados a nuestra dignidad,
queremos sentirnos libres de los prejuicios sociales que nos condenan a ser
siempre las cuidadoras y protectoras de la familia, queremos elegir nuestro proyecto
de vida sin coacciones, queremos expresarnos libremente. Queremos que
desaparezca toda la violencia estructural que subyace en la sociedad. ¿Somos
por ello culpables? NO, somos personas libres y autónomas, aunque algunos nos
perciban como un peligro que puede hacer tambalear el statu quo que tanto beneficia a los que ostentan el poder.
La muerte de una mujer y su dignidad vale tanto como la
de cualquier persona, pero la realidad es otra.
Matilde Tenorio
Aréa de la Mujer
IU Hoyo de Manzanares
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