Macondo es el pueblo imaginario que inmortalizo
el genial escritor y Premio Nobel Gabriel García Márquez, d.e.p., en su novela
Cien años de soledad. Su tercera novela, La mala hora, está ambientada en un
pueblo del que no se menciona el nombre, pero que bien podría tratarse de
Macondo, y en cualquier caso yo así lo creo porque me viene muy bien para el
título del artículo.
En la novela, cuyo argumento no
desvelaré, los habitantes del pueblo viven
recelosos por pasquines anónimos que amanecen pegados en las puertas de
las casas y que cuentan cosas de los vecinos que todo el mundo conoce y dice en
voz baja pero nadie se atreve a comentar públicamente. Todos temen que algún
día aparezca uno en su propia puerta.
En pleno siglo XXI ya no se estila el
uso de pasquines, pero sí que encontramos multitud de comentarios anónimos en
foros de internet, los cuales, al igual que en el libro, algunas personas
utilizan para decir lo que estiman oportuno sobre cualquier tema, pero sin
darse a conocer. Hoyo, como el Macondo de la novela, también cuenta con sus
propios pasquines en las redes digitales, y no me refiero a los foros donde
aparecen, sino a los propios comentarios anónimos.
Aunque soy un asiduo lector de los
mismos y los considero como un sano ejercicio de las libertades de opinión e
información, adolecen, a mi modesto entender, de algunos inconvenientes y
carencias.
Así pues, cuando estos anónimos dan
alguna noticia o información, esta debe ser tomada con cautela y no se la puede
dar total credibilidad a no ser que se cite la fuente de que proviene o muestre
evidencias o pruebas irrefutables. Si se trata de bromas o chascarrillos,
aunque deben considerarse desde la perspectiva del humor, tendrían que procurar
no ser ofensivos para los lectores o terceros. Los insultos, infamias y
calumnias, lanzados desde el anonimato, aparte de un acto de escaso valor, no
contribuyen a un diálogo sereno sobre ningún tema. Las chorradas, como su
propio nombre indica, chorradas son.
Por otra parte, al igual que los
mensajes en botellas de los náufragos, perdidos en la inmensidad de los mares y
océanos, corren el riesgo de no llegar a los destinatarios deseados o
interesados, quedando perdidos también, en este caso, en la inmensidad de
internet. Por ello su eficacia será escasa, caso de tratarse de ideas,
informaciones, críticas constructivas o aportaciones de interés general, al no ser
transmitidos por los cauces adecuados, ante las instancias pertinentes o en los
foros apropiados, e identificándose el informador o progenitor del pensamiento
expuesto.
Para finalizar quisiera recomendar a
todo el mundo, especialmente a los cibernautas opinantes anónimos, la lectura
del libro anteriormente citado, recuerden, La mala hora de Gabriel García
Márquez. Es una joyita.
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