lunes, 29 de abril de 2013

UNO MÁS

               Sentado frente a la blanca pared no desvío la vista del enchufe como si fuera la obra máxima de una exposición minimalista. Aparentemente se pudiera pensar que estaba valorando la utilidad y la exacta ubicación del enchufe, pero no era la perplejidad ante los acontecimientos lo que paralizaba mis ojos en ese punto anodino, en otro tiempo útil.

                Ya no llenaban la habitación los gritos de mis hijos, cuando interrumpían con sus juegos mis lecturas dominicales, ya no venía mi mujer con la compra a preguntarme si hacía un arroz o una pasta en la flamante cocina, ya no había diferencia de horario matutino entre los días de la semana; daba igual, domingos, lunes, martes ó “fiestas de guardar”.

               Los papeles en las manos y la vista fija, los ojos hinchados y toda la impotencia reflejada en mi cuerpo, como si la pared fuese un espejo de mi situación.

               Estoy en blanco, mi economía está también blanca y mi familia se queda sin blanca.

               Unos días antes se llevaron los muebles con todos los objetos que contenían y los que adornaban dichos ajuares, me dejaron una silla vieja a petición mía, mientras espero a los ejecutores de uno de mis papeles. El otro papel no necesitó ningún tipo de fuerza bruta , simplemente veinte días por año trabajado y la “ patada en el culo” ó la palmada en la espalda.

               Horas y horas, vueltas y más vueltas con los curriculums , revisión de los diarios . Trabajos fantásticos me estaban esperando, con sueldos inimaginables para uno como yo, en mis condiciones en los tiempos que corren. Sólo una actividad es incuestionable: vender, vender y vender; lo que sea. “Lo Imposible” como la película del mismo nombre.

               El otro papel llegó más tarde, pero su color es mucho más negro y viene respaldado por los ejecutores, el banco, el gobierno, las leyes que avalan a los policías. La palabra Tabú HIPOTECA o mejor el binomio PARO-HIPOTECA.

               Sonaba en mi cabeza como los tambores de Calanda.

               A mi derecha la puerta, a mi espalda la ventana y detrás de la misma la solución que me brindan cinco pisos.

               Ya no me late el pecho como cuando recibí estas cartas, sólo laten mis ojos y sudan mis manos.

               En cualquier momento se abrirán dos puertas y yo no estaré en la estancia.

                                                                                Araceli Bernal

No hay comentarios: