Ya no llenaban la habitación los gritos de mis hijos, cuando
interrumpían con sus juegos mis lecturas dominicales, ya no venía mi mujer con
la compra a preguntarme si hacía un arroz o una pasta en la flamante cocina, ya
no había diferencia de horario matutino entre los días de la semana; daba
igual, domingos, lunes, martes ó “fiestas de guardar”.
Los papeles en las manos y la vista
fija, los ojos hinchados y toda la impotencia reflejada en mi cuerpo, como si
la pared fuese un espejo de mi situación.
Estoy en blanco, mi economía está también blanca y mi familia se queda
sin blanca.
Unos días antes se llevaron los muebles con todos los objetos que
contenían y los que adornaban dichos ajuares, me dejaron una silla vieja a
petición mía, mientras espero a los ejecutores de uno de mis papeles. El otro
papel no necesitó ningún tipo de fuerza bruta , simplemente veinte días por año
trabajado y la “ patada en el culo” ó la palmada en la espalda.
Horas y horas, vueltas y más vueltas con los curriculums , revisión de
los diarios . Trabajos fantásticos me estaban esperando, con sueldos inimaginables
para uno como yo, en mis condiciones en los tiempos que corren. Sólo una
actividad es incuestionable: vender, vender y vender; lo que sea. “Lo
Imposible” como la película del mismo nombre.
El otro papel llegó más tarde, pero su color es mucho más negro y viene
respaldado por los ejecutores, el banco, el gobierno, las leyes que avalan a
los policías. La palabra Tabú HIPOTECA o mejor el binomio PARO-HIPOTECA.
Sonaba en mi cabeza como los tambores de Calanda.
A mi derecha la puerta, a mi espalda la ventana y detrás de la misma la
solución que me brindan cinco pisos.
Ya no me late el pecho como cuando recibí estas cartas, sólo laten mis
ojos y sudan mis manos.
En cualquier momento se abrirán dos puertas y yo no estaré en la
estancia.
Araceli Bernal
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